Picamos la cebolla en dados muy pequeños. Reservamos.
Picamos el ajo todo lo finito que puedas. Reservamos.
Salpimentamos los filetes y los enharinamos ligeramente. Si vemos que tienen mucha harina los «aplaudimos» un poco para que se queden solo con la necesaria. Reservamos.
En una cazuela baja que tenga tapa, ponemos un fondo de aceite (lo justo para freír los filetes), y la ponemos al fuego. Cuando esté muy caliente el aceite, vamos incorporando filetes (dos o tres de cada vez) y los freímos vuelta y vuelta. No deben dorarse, solo cambiar de color. De esta manera los sellaremos pero no los cocinaremos casi. Reservamos.
En ese mismo aceite, incorporamos el ajo y dejamos que se dore ligeramente. Añadimos la cebolla y la rehogamos hasta que quede transparente. Cuanto más color tome, más oscura será la salsa.
Ahora añadimos el vino, removemos bien (así desglasaremos la cazuela) y dejamos que evapore el alcohol durante un par de minutos.
Incorporamos los filetes reservados y, si hiciera falta, añadimos un poco de agua. El líquido que tenga el guiso debe ser hasta casi cubrir los filetes pero sin llegar a cubrirlos.
Tapamos la cazuela, y bajamos el fuego hasta que veamos que no sale vapor. Dejamos que cueza durante 30 minutos más o menos.
Como el tiempo de cocción depende mucho de la cazuela que usemos, la mejor manera de saber si están hechos o no, es probándolos. Normalmente con ese tiempo estarán, pero si consideramos que aún les falta un poco, los ponemos a cocer otros 10 minutos.